Esta semana iniciaron en India las clases para convertirse en ingenieras solares. A su regreso estarán capacitadas para entregar energía fotovoltaica a sus comunidades en el Altiplano y en la Región de Los Ríos.
Sunilda Flores dice que en la cita que tuvieron en La Moneda, la Presidenta Bachelet les recomendó “tener cuidado con la comida, porque es muy picante, y no saludar de beso a la gente”. Isabel Caripán cuenta que en Coñaripe le dijeron “allá no puedes pegarles a las vacas y tampoco comerlas”.
Mientras se ríen con sus anécdotas, Sussana García y Silvia Huarachi envían mensajes por WhatsApp a sus familias en Tarapacá. Las cuatro están vestidas con sus trajes aimaras y mapuches, en un café del aeropuerto de Santiago, a la espera del vuelo que las llevaría hasta la India.
Hágase la luz
Días antes, Sunilda había dejado su casa en Quebe y Sussana la suya en Ancuaque, pequeños poblados altiplánicos en la comuna de Colchane. Lo mismo hacían Silvia, de Bajo Soga -un caserío a 90 km de Iquique-, e Isabel, que vive en Traitraico, cerca del lago Calafquén.
Todos estos lugares carecen de energía eléctrica. Velas, lámparas a parafina y el sol son su fuente de luz. Esta realidad es la que ellas están comprometidas a cambiar. Y es lo que esperan sus hijos y su comunidad.
Las cuatro ya cumplen una semana en India, hasta donde viajaron a estudiar energía solar fotovoltaica, gracias a un convenio entre Enersa, una empresa chilena de energías renovables no convencionales, y el Barefoot College, institución ubicada en Tilonia, estado de Rajastán, que imparte educación a personas de zonas rurales vulnerables.
Becadas por el Programa de Cooperación Técnica y Económica de la India, allí se convertirán en “solar mamas”, como se denomina a las más de 1.200 mujeres de 77 países que desde 2008 han sido capacitadas en un curso de seis meses, para convertirse en ingenieras solares.
El idioma no es obstáculo. La enseñanza es a través de diagramas, códigos de color, números, señas y ejercicios prácticos.
“Allá aprenderán conocimientos técnico-prácticos en ingeniería solar, componentes de las lámparas solares y cómo armarlas, cómo funcionan los sistemas fotovoltaicos, las baterías, cómo reparar las fallas por mal uso, deterioro o condiciones climáticas”, enumera Rodrigo París, director para Latinoamérica de Barefoot College.
Tejiendo redes
Sussana encabeza una agrupación de artesanas dedicadas al tejido en lana de alpaca, Silvia está formando una cooperativa de productores de quínoa, Sunilda preside la comunidad de Quebe, que también está enfocada en la producción de quínoa, e Isabel creó Ruta Mili-Mili, un emprendimiento familiar de turismo intercultural, y ahora quiere conectar a microempresarias mapuches.
Todas sueñan con llevar electricidad a sus hogares y a los de sus vecinos. Y luego instalar sistemas fotovoltaicos, “para sacar agua de los pozos con bombas”, dice Silvia, y “hacer una ruta sustentable con energía solar para no depender de las hidroeléctricas”, anhela Isabel.
En Tilonia compartirán clases y experiencias con otras 36 mujeres de Belice y Guatemala, Togo, Uganda, Sudán, Tanzania, Costa de Marfil, Namibia y Madagascar; Nepal y las Islas Cook y Marshall.
Gran parte de las “solar mamas” nunca habían salido de su pueblo. La mayoría son madres o abuelas y muchas tienen baja escolaridad o son analfabetas. Pero con lo aprendido, no solo han logrado llevar electricidad a medio millón de personas en aldeas remotas. Además, dice Rodrigo París, durante los seis meses del curso, “ellas se transforman, superan sus miedos, conocen mujeres de otras culturas, tienen tiempo para pensar en sus vidas y en sus familias y valoran más sus orígenes. Desaprenden el ‘pensar pobremente’, se dan cuenta de sus inmensas cualidades, coraje y adaptabilidad. Dan ejemplo a sus hijos y nietos, y luego se vuelven líderes en sus comunidades y grandes agentes de transformación social”.
A su regreso, en marzo de 2018, Silvia, Sussana, Sunilda e Isabel lo podrán demostrar.
Fuente: El Mercurio, 19 de Septiembre 2017
Comments